viernes, 16 de abril de 2010

TESTIGOS DE JESUCRISTO, SERVIDORES DE LA UNIDAD
CIEN AÑOS DEL MOVIMIENTO ECUMÉNICO (1910-2010)


Vosotros sois testigos de todas estas cosas.
(Lc 24, 48)

¡Hermanos y hermanas en el seguimiento de Jesús!

El día 22 de enero de cada año conmemoramos, en la cristiandad occidental, a san Vicente, diácono (“servidor”) de la Iglesia de Zaragoza y mártir (“testigo”) de Cristo en Valencia el año 304, durante la “gran tribulación” de Diocleciano. Su culto se extendió muy pronto a las comunidades cristianas de Oriente y llegó a ser venerado como “protector de todo el mundo”, según la expresión de san Justo de Urgel (s. VI). Por otro lado, este año, se cumplen cien años de la primera Conferencia Misionera Mundial, que tuvo lugar en Edimburgo el año 1910 y que señala el inicio del movimiento ecuménico, dirigido al restablecimiento de la Iglesia indivisa.

Por este motivo el pasado 23 de enero se hicieron presentes en Valencia una serie de entidades inter-confesionales, con el fin de participar tanto en la Ruta de San Vicente, peregrinación ecuménica a los lugares vicentinos de la ciudad, como en la oración inter-confesional vespertina en el Convento de Santa Clara, de monjas clarisas capuchinas, actos en los cuales participaron, con gran gozo espiritual, pastores y laicos de confesión católico-romana, anglicana, evangélica y ortodoxa, con lecturas, oraciones y cantos en valenciano, castellano, inglés, nambya, latín, griego y rumano.

El culto vespertino fue presidido por Mn. Alexandre Alapont, misionero valenciano en Zimbaue y traductor de la Biblia y del Misal romano a la lengua nambya, y la predicación estuvo a cargo del Rvd. Eduardo Delàs, Pastor de la Primera Iglesia Evangélica Bautista de Valencia, que recordó particularmente al pastor, teólogo y mártir luterano Dietrich Bonhoeffer (+1945), “testigo de Jesucristo entre los hermanos”.

A continuación os ofrecemos nuestro testimonio común y nuestras reflexiones compartidas, como miembros de esas entidades inter-confesionales, a propósito del movimiento ecuménico. Lo hacemos fraternalmente y con alegría, ya que “Por nuestra parte, no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hch 4, 20).

Antes de nada, queremos dar gracias a Dios por el gran don del movimiento ecuménico, suscitado por el Espíritu Santo para llevar el Cuerpo de Cristo, hoy dolorosamente dividido, a la unidad plena y visible entre las Iglesias, signo de la unidad en la diversidad de toda la familia humana.

Dirigimos nuestra mirada agradecida a la Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo (1910), en la que las Iglesias protestantes y anglicanas abrieron el camino ecuménico e hicieron posible la posterior incorporación de las Iglesias ortodoxas (encíclica del Patriarcado de Constantinopla de 1920) y de la Iglesia católica (creación del Secretariado para la Unidad de los Cristianos por el papa Juan XXIII en 1960, con vista al Concilio Vaticano II).

A lo largo de estos cien años, las iniciativas y realizaciones ecuménicas han sido numerosas y a menudo fructíferas, y eso en diversas esferas o ámbitos que no son excluyentes, sino que resultan complementarios:

Ecumenismo bíblico, con la elaboración de traducciones inter-confesionales de las Escrituras, y su estudio, proclamación y meditación en común; cabe mencionar aquí la tarea insustituible llevada a cabo por las Sociedades Bíblicas Unidas.

Ecumenismo espiritual, que tiene cada año un momento privilegiado en la Semana de Oración Universal por la Unidad de los Cristianos (establecida en 1908), pero que lleva a vivir de forma habitual la oración por la unidad y el intercambio de dones entre las diversas tradiciones cristianas, reconciliándolos en la vida de cada comunidad y de cada fiel.

Ecumenismo secular o encarnado, que impulsa la acción conjunta de los cristianos en la sociedad, de forma crítica y liberadora, al servicio del reinado de Dios; esto comporta la preocupación por la justicia, la paz y la salvaguarda de la Creación, e implica, entre otras exigencias, la lucha por los derechos humanos, la movilización contra la pobreza, la igualdad y amistad entre hombres y mujeres, la acogida e integración de los emigrantes y las minorías, el reconocimiento del lugar público de las religiones conviviendo en la sociedad y la protección de la diversidad lingüística i cultural.

Ecumenismo doctrinal o diálogo teológico que, realizado de forma oficial o privada, suministra la base indispensable para la unidad, según el principio de “diversidad reconciliada”, y constituye un tesoro precioso para el pueblo de Dios, que tiene derecho a su recepción; de entre los muchos notables documentos señalamos, ahora que se ha cumplido el décimo aniversario, la Declaración conjunta sobre la justificación, firmada el año 1999 por la Iglesia católico-romana y la Federación Luterana Mundial y que ha sido asumida posteriormente por el Consejo Mundial Metodista.

Ecumenismo institucional o inter-eclesial, con momentos privilegiados de gracia como la fundación del Consejo Ecuménico de las Iglesias el año 1948 y, a nivel continental, la celebración de las Asambleas Ecuménicas Europeas de Basilea (1989), Graz (1997) Sibiu (2007) y la promulgación de la Carta ecuménica (2001), verdaderos hitos históricos que han hecho posible el encuentro de los cristianos del Continente, por primera vez después del cisma de Oriente y de las divisiones del s. XVI.

Ecumenismo de base: hermanos y hermanas de diversas tradiciones nos encontramos con el fin de orar y trabajar por la unidad de la Iglesia y por el reinado de Dios, sea en el marco local (Centre Ecumènic Inter-confessional de Valencia, Centre Ecumènic de Catalunya, Amistad Judeo-Cristiana, Dones Creients) sea a nivel internacional (Asociación Ecuménica Internacional, en el campo del ecumenismo espiritual; Acción de los Cristianos por la Abolición de la Tortura, dentro del ecumenismo secular).

Como peregrinos que somos hacia la meta a la que el Señor nos llama, constatamos cómo se cumplen las palabras de Paul Couturier: “la unidad que Dios quiera, cuando quiera y por los medios que quiera”. Con frecuencia, en la ya centenaria historia del movimiento ecuménico, nuestros caminos y proyectos no han coincidido con los del Señor (cf. Is 55, 9)… No podemos sino hacer nuestras las palabras del Apóstol: “¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!” (Rm 11, 33). Pero a la vez, como seguidores de Jesús, nos sabemos incorporados para siempre a su oración sacerdotal: “Te pido que todos vivan unidos, (...) De este modo el mundo creerá que tú me has enviado” (Jn 17, 21).

Así, más allá de los momentos de estancamiento y de los aparentes retrocesos, a pesar de los pecados de los cristianos, el ecumenismo progresa de forma imparable, conducido por Dios, y por eso, constituye una fuerza purificadora y transformadora de las Iglesias, que se sienten urgidas a una renovación y a una conversión permanente según el Evangelio.

Referidas a todos los creyentes, continúan siendo válidas las palabras del cardenal Mercier: “para unirse, hay que amarse; para amarse, hay que conocerse; para conocerse, hay que encontrarse; para encontrase, hay que buscarse.” Por lo tanto, llamamos a los miembros de nuestras comunidades a ir al encuentro de los otros hermanos y hermanas en Cristo, con gozo y confianza, en la oración, la edificación mutua y el testimonio común.

A los dirigentes de las Iglesias les pedimos que promuevan un impulso ecuménico nuevo y más vigoroso. El pueblo cristiano, conscientemente o no, espera palabras y signos más claros. En particular, ha llegado la hora de establecer, con decisión y sin miedo, canales o estructuras permanentes de comunión, también a nivel local, que hagan visible y eficaz la unidad que ya poseemos y abran nuevas vías hacia la unidad plena.

En nuestro mundo global y relacional, el diálogo y la acción ecuménicos encuentran su complemento en el diálogo interreligioso. En primer lugar y de manera muy especial, con nuestros hermanos mayores, los miembros del pueblo judío. También con los musulmanes, igualmente hijos de Abraham, el padre común en la fe. Y con los hombres y mujeres de buena voluntad, a quienes Jesús atrae amorosamente, a través de su cruz, hacia la resurrección y la vida definitiva (cf. Jn 12, 32).



Valencia, 14-III-2010

Día de la Biblia
Tercer domingo antes de Pascua en las Iglesias de Oriente y de Occidente

Obdulia Guillén, Josep Samarra (Acció del Cristians per l’Abolició de la Tortura -ACAT); María Teresa Soler (Amistad Judeo-Cristiana); Joan Botam (Centre Ecumènic de Catalunya – CEC); Amparo Cervigón, August Monzon (Centre Ecumènic Interconfessional de València – CEIV); María Salut Piera (Dones Creients); Kate Davson, Sue Smith, Mª del Carmen Sarmiento (IEF – International Ecumenical Fellowship / Asociación Ecuménica Internacional)


Mensajes de las entidades inter-confesionales firmantes


2006 Carta a las comunidades cristianas

2007 Carta a los hermanos y hermanas del Islam

2008 Peregrinos de Jesús en Europa

2009 Nacidos de la Palabra

2010 Testigos de Jesucristo, servidores de la unidad

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