martes, 11 de mayo de 2010

“Perspectiva histórica de los acuerdos y traducciones bíblicas
en pro de la unidad de los cristianos”


Pau Grau
Encuentro-convivencia de la Asociación Ecuménica Internacional (IEF)
Alaquàs. València.
17 Abril de 2010


Preámbulo
Permítanme una breve presentación de las Sociedad Bíblicas Unidas (SBU) para enmarcar adecuadamente el tema que nos ocupa. Las SBU no somos una agencia de ecumenismo en sí mismas. Entendemos que el ecumenismo deben ponerlo en marcha las diferentes iglesias dentro de su particular “ethos” cristiano (como rasgo caracterial) maduro y desarrollado, espiritual u orgánico, a nivel individual o comunitario. Nuestro movimiento es una agrupación global de esfuerzos encaminados a poner al alcance de todas las personas la Biblia, en su propia lengua si es posible y salvando las dificultades económicas, religiosas o ideológicas. Nacimos como instituciones de naturaleza interconfesional pero en contexto protestante (anglicano y metodista), razón por la cual nuestro ámbito de trabajo inicial y hasta la mitad del S. XX se desarrolló entre las iglesias protestantes. Afirmar por último que en nuestro trabajo diario y acción misionera nos preside una innegable sensibilidad ecuménica y somos muy conscientes de que de nuestro trabajo interconfesional al traducir, editar y promocionar la Biblia se desprenden, forzosamente, consecuencias ecuménicas.

A. “Una sola Biblia para todos los cristianos
En el epígrafe precedente se substancia claramente nuestro empeño y la razón de ser de nuestra misión, nuestra particular misión dentro de la más amplia misión de la Iglesia cristiana. Puede parecer una afirmación sumaria y simple pero detrás de ella hay una larga historia de desencuentros, recelos, descalificaciones mutuas y apropiaciones que han hecho de la Sagrada Escritura una fuente de conflicto a lo largo de los siglos. Parece una obviedad afirmar que la Biblia “fue Una”, que nació como la unión del testimonio fidedigno de la Verdad encarna “Jesucristo” (NT) y de las Escrituras hebreas que trazan la gran historia de la salvación anunciando precisamente al Verbo encarnado de Dios (AT). Fuente de verdad, vida, palabra autorizada y guía para la iglesia cristiana sin exclusiones. Siendo una desde el principio es lógico preguntarse por qué razón ha habido y hay tal pluralidad de traducciones y ediciones hasta el punto que el cristiano común se siente confundido ante tal avalancha. Un simple repaso a la historia de la Iglesia, con sus rupturas y heridas, nos dará la clave para entenderlo. Pero señalemos algunos problemas con más detalle.
Por un lado la historia de la transmisión del texto bíblico es compleja y azarosa. Siempre ha habido un esfuerzo, que ha conocido su mayor expresión académica desde 1950 y que no se ha detenido, en pro de conseguir las mejores y más contrastadas bases textuales en un acercamiento científico a la Biblia con el apoyo de las ciencias bíblicas y de las ciencias sociales. No siempre las distintas iglesias y tradiciones se han puesto de acuerdo en cuanto a las mismas y ello ha provocado un movimiento divergente en cuanto a acercar posturas que intenten fundamentarse en las mismas bases textuales. A día de hoy podemos decir que los pasos dados en esta dirección son enormes e irreversibles a favor de bases textuales comunes.
A nadie se le escapa que la servidumbre mayor en este asunto radica en el hecho de tener que hacer traducciones para poder trasladar el mensaje bíblico, a menos que el lector domine el hebreo bíblico, el arameo o el griego koiné (lenguas bíblicas). La primera fue del hebreo al griego (Septuaginta) y posteriormente la traducción a latín (Vulgata Latina) de toda la Escritura convirtiéndose en el texto oficial para toda la cristiandad medieval. No podemos olvidarnos del armenio, del copto, del siríaco y otras lenguas antiguas que en los primeros siglos del cristianismo también vertieron a sus propias lenguas la Biblia. Ni que decir tiene que un paradigma de la reforma protestante del S.XVI fue el deseo de poder leer la Biblia en las lenguas romances, emancipándose así del latín, por un deseo propio de la “devotio moderna” más personal y subjetivo de vivir y entender la fe. La traducción, en suma, está en la base de muchos malentendidos y males, bien a su pesar. El riesgo de sesgo teológico, los matices o los énfasis que cada tradición puedan darle a la Escritura se convierten en una fuente constante de sospechas y excomuniones mutuas. El Concilio de Trento, por su parte, dio las directrices canónicas para que todo intento de traducir, editar, distribuir o poseer una Biblia en lengua romance fuese abortado, cristalizando todo ello en el Catálogo-Índice de Libros Prohibidos de 1559 donde se hace condena explicita de tales prácticas.
Si a todo ello sumamos la enorme difusión de traducciones que nacieron en el contexto del avivamiento norteamericano del S. XIX (mormonismo, testigos de Jehová) y que en demasiados casos emprendieron “aventuras” de traducción bíblica fuera de lo que podríamos llamar la mejor escuela académica de traducción bíblica, forzando en muchos casos la traducción a sus propios dogmas o creencias, la desconfianza se acabó instalando entre las distintas confesiones cristianas, que barajaban Biblias “patrimonializadas” y a su propio servicio. No debe extrañar por tanto el recurrente estigma que ha acompañado a las “Biblias protestantes” a las que se las suponía tóxicas para el magisterio de la Iglesia católica, y las “Biblias católicas”, del otro lado, acusadas de estar más preocupadas de sostener el dogma a pie de página que de dejar que la propia Biblia hable.

Hecha esta breve sinopsis histórica de este largo y complejo proceso, situemos en el tiempo y el espacio el nacimiento de las Sociedades Bíblicas. Juntamente con la expansión de las misiones modernas por parte del protestantismo que encarna perfectamente la figura de William Carey (misionero bautista inglés que alcanzó la India y tradujo la Escritura al sáncrito y el bengalí), nació el movimiento bíblico que a día de hoy agrupa a 142 sociedad bíblicas en todo el mundo, alcanzando a casi 200 países y regiones del mundo. No debe perderse de vista que un rasgo definitorio de la comprensión que la tradición protestante en general tiene de la evangelización es “entregar, llevar la Palabra, dar la Biblia”. Esto forma parte de su talante y no debemos olvidarlo para entender la razón y dimensión de este movimiento. Cualquier persona que viaje por países de tradición protestante habrá comprobado la presencia de la Biblia en lugares públicos, en boca de autoridades civiles, hospitales, hoteles, cárceles, etc… estando presente de una forma más natural y directa de lo que lo está en países de tradición católica.

Históricamente, el movimiento metodista que surge en el seno de la Iglesia Anglicana como un movimiento de renovación y de piedad, relanza la necesidad de que cada cristiano tenga su propia Biblia para su guía e instrucción. Esto tiene su eclosión a finales del S. XVIII en un momento también en que Gran Bretaña tiene una visión global del mundo por ser en estos momentos la potencia económica indiscutible, inmersa en la revolución industrial y exportando a todos los rincones del mundo. Sobre este humus va a nacer la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, constituida un 7 de marzo en Londres, en 1804. La SBBE nace como un movimiento de naturaleza interconfesional aunque por estar enraizado en un contexto protestante su área de acción y su talante serán en sus primeras décadas lógicamente protestantes.

Una característica común de las sociedades bíblicas que irán naciendo en estos años (hasta unas 40 en poco más de 20 años) será la edición de Biblias sin notas ni comentarios, cosa que conculcaba claramente las normas y directrices del magisterio de la Iglesia Católica y que generaría un inevitable clima de desconfianza hacia tales prácticas. No es extraño por tanto que apareciera una Encíclica en la que se condenaba explícitamente el trabajo de las sociedades bíblicas en 1844. (Gregorio XVI “Inter Praecipuas Machinationes”) En las décadas de 1830-50 circularon por España varios miles de ejemplares del Nt y de la Biblia de la mano de los primeros agentes-comisionados de la SBBE en nuestro país, George Borrow; J. N. Graydon; J. Thompson, que realizaron una ímproba y arriesgada labor siendo tachados de agitadores y propagandistas en un clima social y espiritual todavía muy cerrado. Curiosamente los traducciones que tuvieron a su alcance y que imprimieron para distribuir fueron de raíz católica, concretamente la versión de Scío de San Miguel, una traducción realizada al castellano desde el latín realizada a finales del S. XVIII. Esto muestra, en cierto modo, el talante abierto y sin prejuicios de aquellos hombres para poner en manos de los españoles una Biblia que pudieran entender.

Dando un pequeño salto nos situamos en 1950, momento el cual empezarán los primeros contactos entre biblistas católicos y protestantes. Ya para entonces ha aparecido la primera Biblia católica traducida desde los originales al castellano, la Nácar-Colunga (1944,BAC). Dos personas de elevada responsabilidad y trascendencia van a pilotar estos acercamientos, dos personas providenciales para guiar el curso de los acontecimientos: por parte de la SBU (las Sociedades Bíblicas Unidas, ya agrupadas en una fraternidad mundial desde 1946) su secretario general mundial Olivier Béguin, y por parte de la Iglesia Católica , el Cardenal Bea, s.j. Éste último fue quien propuso al papa Juan XXIII la creación del “Secretariado para la Promoción y Unidad de los Cristianos”, institución que posteriormente presidiría. Ya con Pablo VI y bajo el impulso de la Constitución Dogmática “Dei Verbum”, emanada del Concilio Vaticano II (1965), el camino está allanado para llegar a acuerdos concretos. El 5 de enero de 1967 se produce la primera reunión de acercamiento en un proceso que desembocará en la firma de las “Normas para la cooperación Interconfesional en la Traducción Bíblica”, un documento de 1968 que fue simbólicamente anunciado el Día de Pentecostés de aquel mismo año. Estos acuerdos, que fueron revisados en 1987 fueron la primera piedra de muchos frutos de trabajo interconfesional en materia bíblica. La FEBIC (Federación Bíblica Católica) que nace en 1969, ya incluye en su constitución una norma básica de cooperación con las SBU. En aquellos años tuvo gran trascendencia el hecho de pactar las mismas bases textuales para la traducción de la Biblia, concretamente la Biblia Sttutgartensia (basada en el trabajo precedente de R. Kittel) para el AT, y el NT Griego de Nestlé-Aland y en cuyo comité también participó el Cardenal Carlo Maria Martini.

Hagamos un resumen de las Normas entre las SBU y el Vaticano que nos dé una sumaria información:
1. Como ya ha sido dicho se acordó el uso de las misma bases textuales antes citadas.
2. Las Biblias serían editadas sin notas ni comentarios de carácter dogmático o confesional
3. Los libros deuterocanónicos o apócrifos (así llamados por el protestantismo) se incluirán entre los dos testamentos, siguiendo la tradición de la Vulgata de S. Jerónimo y de los reformadores del S. XVI
4. Dichos libros estarán precedidos por una introducción que informe al lector del valor de los mismos para las diferentes iglesias.
5. Las ediciones llevarán un amplio glosario, vocabulario, tablas de pesos y medidas, una introducción histórico-literaria a cada libro o sección de la Biblia con el fin de orientar al lector.
6. Es recomendable el Imprimatur o licencia eclesiástica.


B. “Frutos del trabajo bíblico interconfesional en España”

*”Dios habla hoy”
Este es el primer fruto del trabajo bíblico interconfesional en castellano nacido en América latina. La aparición del NT, bajo el título entonces de “Dios habla al hombre” es del año 1966 aunque sus orígenes se remontan a los años 50. Surgió de la necesidad de acercar la Biblia a las comunidades de base católicas y a la pujante ascensión de las comunidades evangélicas de aquellos años. La Biblia completa se editó finalmente en 1979 y en 1992 se adaptó al castellano peninsular español. Desde entonces se ha revisado en tres ocasiones y también ha sido publicada una Biblia con notas de estudio muy apreciada entre los lectores (2002). Su característica esencial es que se trata de un nivel literario medio o standard, de fácil comprensión para los castellanohablantes que manejan un vocabulario no muy extenso, y basado en la equivalencia dinámica como criterio de traducción, es decir, flexibilizando la traducción de modo que suene natural y directa en la lengua receptora, tal como llegó a sus primeros oyentes o lectores.

*BTI (Biblia Traducción Interconfesional)
En la búsqueda de un texto común pero de mayor riqueza y nivel literario dio comienzo en 1973, éste en España, del proyecto de traducción que a fecha de 2008 ha visto finalmente la luz después de 35 años de trabajo en común. Un hito histórico para la historia de la Biblia en España. El 17 de febrero de 1973 las Sociedades Bíblicas Unidas, el Secretariado Nacional de Ecumenismo, La Casa de la Biblia, y como editores Verbo Divino y la B.A.C firmaron el protocolo de acuerdo que ha guiado la acción durante más de tres décadas. Por parte de la Iglesia católica la coordinación recayó sobre Miguel Salvador y por parte protestante sobre Ignacio Mendoza, que a su muerte pasó bajo la responsabilidad de Ricardo Moraleja. En 1978 apareció el NT y 30 años después ha sido presentada, con todos los honores, en la Biblioteca Nacional de España. En ella han colaborado más de 20 biblistas, consultores y revisores en estrecha colaboración. Se trata de un texto de gran fidelidad y riqueza literaria.

*BCI (Biblia Catalana Interconfesional)
Curiosamente las nacionalidades históricas con lenguas propias co-oficiales vieron culminadas sus propias traducciones mucho antes. En el caso de la lengua catalana la necesidad se plantea en 1971 entre las SBU y el Obispado de Tarraconense. En 1975 firman un acuerdo de colaboración la Abadía de Montserrat, la Associació Bíblica Catalana, la Institució Bíblica de Catalunya y las SBU. Para 1979 se edita el Nou Testament y en 1993 aparace la Biblia completa de la cual se imprimen 100.000 ejemplares. La coordinación del proyecto estuvo bajo la dirección del biblista catalán Armand Puig. Pocos años después aparecieron las adaptaciones a las variantes Balear (1995-BBI) y Valenciana (1996-BVI).

*Elizen Arteko Biblia
En esta misma línea apuntada, al Euskera batua o estándar normativo de la academia vasca también será traducida la Biblia surgiendo esta inquietud en el marco de un taller de traducción celebrado en 1970 en el que explicaba precisamente las virtudes de la equivalencia dinámica. En 1977,en Gipuzkoa se da inicio a este proyecto baja la coordinación del monje benedictino Dionisio Amundarain. En 1983 aparecerá el NT “Itun Berria” y en 1994 la Biblia completa, la Elizen Arteko Biblia.


*TBA (Traducción Biblia Asturiano)
Aunque el Asturiano o Bable no es lengua oficial sí tiene la consideración de lengua protegida y estamos a las puertas de ver culminada la traducción que se inicio en 1988. En 1991 apareció el “Evanxeliu de san Lluques”, en el año 2000 el NT más los Salmos, y está previsto que para 2011 podamos presentar la Biblia completa. Por último apuntar que la Biblia al Galego es un proyecto pendiente que está en fase de estudio ya algunos años. Todo este desarrollo y empeño de traducir la Biblia a las lenguas co-oficiales o protegidas del Estado Español es coherente con el espíritu y la letra de las SBU, entendiendo que toda comunidad lingüística tiene el don y el derecho de prestigiar su lengua y su cultura, y por tanto de poder leer la revelación escrita de Dios, la Biblia, en su propia lengua para incardinar mejor los valores del evangelio.


C. “A modo de conclusión”

Armando Levoratti, prestigioso biblista y ex miembro del Pontificio Consejo Bíblico así como consultor de las SBU, afirma que a día de hoy, católicos, ortodoxos y protestantes disponemos de un “suelo común” para poder llevar a cabo una exégesis biblico-ecuménica fecunda. Para ello, sigue argumentando Levoratti, se precisa que las diferentes confesiones renuncien a toda pretensión apologética y alejen todo prejuicio dogmático al acercarse al texto bíblico. Juntamente con ello será necesario un sano empleo del método histórico-crítico y la prevención de hacer lecturas fundamentalistas o privativas de la Escritura. Los acuerdos del 1968-1987 son una base firme para seguir trabajando en confianza y alumbrar traducciones y ediciones que ayuden al lector contemporáneo a comprender mejor el trasfondo de la Biblia mediante notas de estudio y ayudas complementarias académicas que son revisadas por equipos ecuménicos.

Cada época y cada tiempo histórico ha sido modelado por una particular interpretación de la Biblia. Este es un tiempo de convergencia entre cristianos que además tiene la virtud de enviar signos muy potentes al mundo que se derivan del trabajo bíblico interconfesional: en primer lugar otorga un enorme prestigio académico del Libro de los Libros, que ha configurado el pensamiento, las instituciones y los artefactos materiales y culturales de Europa, en segundo lugar posibilita el diálogo entre tradiciones cristianas sobre un texto que es reconocido como propio por todos, y por último tiene un apreciado valor testimonial de unidad “ad extra”, recuperando así el viejo y anhelado sueño de tener “una sola Biblia para todos los cristianos”.

Pau Grau. Abril 2010.

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